e mërkurë, 13 qershor 2007

EDITORIAL RADIOACTIVA INSPIRADA EN ARTHUR CONAN DOYLE


Tomamos la pluma con tristeza para relatar estos pocos párrafos, que serán los últimos que dedicaremos a dejar constancia de lo sucedido con nuestros antiguos señores, los hermanos Chang.

Se recordará que últimamente algo extraño venía ocurriendo con ellos. Se les veía preocupados, dejaban mensajes cifrados donde nombraban a unos tal Andropov, como si estuvieran llevando a cabo una guerra oculta. De hecho, podemos dar fe de que abrieron algún negocio con el fin de amedrentar a estos personajes enigmáticos. De allí la armería, para estar “armados hasta los dientes”. De allí la extraña talabartería, que como todo cuero, olía a batalla y a muerte.

Sin embargo, no conocíamos a fondo los entretelones de esta historia. Ni creemos que los sabremos por completo.

Hace unas cuantas tardes, un día domingo, los hermanos Chang entraron en la talabartería (sí, trabajábamos hasta los domingos sacando cuentas, lavando dólares). Tuvimos la impresión de que estaban más pálidos y enjutos que de costumbre.

No había en la talabartería otra luz que la que proporcionaba una lámpara colocada encima de la mesa donde cortábamos algunas tiras de cuero de vaca. Los hermanos Chang avanzaron pegados a la pared hasta llegar a la ventana y, juntando los postigos, los aseguraron por dentro con el pestillo.

-¿Tienen miedo de algo? –nos atrevimos a preguntar.

-Lo tenemos.

-¿De qué?

-De los fusiles rusos de aire comprimido (ruso).

-¿Qué nos quieren dar a entender?

Alargaron sus manos y pudimos ver a la luz de la lámpara que algunos de sus nudillos estaban reventados y sangrando.

-Como ven, no se trata de una minucia impalpable –dijo sonriendo uno de ellos.

-Todo lo contrario –dijo el otro-, se trata de algo bastante sólido como para destrozarle a un hombre la mano.

Quisimos saber qué pasó, y ellos respondieron que habían sido atacados, que todos sus guardaespaldas estaban muertos, y que al final, ellos dos habían tenido que luchar a puño limpio, que más de un hueso partieron, que más de un diente se llevó la carne de sus nudillos.

¿Pero quiénes eran sus enemigos?

-Los esbirros de los rusos Andropov –respondieron ellos.

En eso, se produjo un estallido. La puerta se abrió del golpe, seguida de una humareda. Como todo negocio de mafioso que se precie de ser negocio de mafioso, nuestro local tiene una puerta trasera, y por allí huimos, calle abajo…

Para contar lo que ocurrió a continuación, seremos concisos, aunque siempre exactos en lo poco que nos queda por relatar. No es tema en el que nos deberíamos extender, pues podríamos molestar a nuestros nuevos amos; no obstante, la nobleza obliga, y los rusos -con una leve afirmación de cabeza y una risotada atroz-, nos lo han permitido.

Así que sigamos.

Durante un rato vagamos por las calles de la ciudad, siempre sabiendo que nos seguían los pasos. En cierto momento, llegamos con los hermanos Chang a un puente que atraviesa el Guaire (no diremos locación exacta para salvaguardarnos).

Allí, cruzando el puente, fuimos interceptados. De un lado, había como treinta malhechores, del otro, la misma cantidad. Dejaron ellos pasar los carros que quedaban sobre el puente, y entonces quedamos allí, solos sobre el asfalto. Como era domingo en la tarde, había poco tráfico, poca gente en las calles y ningún testigo, por supuesto.

De cada extremo, partieron dos hombres hacia nosotros. Eran altos, gruesos, rubios, con ciertos rasgos mogoles y unos ojos azules bruñidos de maldad.

-Terribles Andropov –dijeron los chinos.

-Herrrrrrmanos Chang –dijeron aquellos hombres.

Los chinos y sus enemigos se miraron fijamente con miradas que se nos antojaron radioactivas. Para ellos, nosotros, los testaferros, no existíamos.

Estábamos allí, esperando que algo ocurriera, cuando unos hombres nos sujetaron desde atrás y nos colocaron unas compresas que cubrieron nuestras bocas y nuestras narices. No supimos más de nosotros…

Despertamos en la trastienda de la talabartería, mareados, perdidos.

Por fin recordamos lo que nos había pasado. Temimos por nuestras vidas y nos empezamos a mover con gran sigilo.

En cierto momento, nos asomamos a la parte delantera, y vimos a los dos rusos grandes, aquellos a los que los Chang habían llamado los terribles Andropov, haciendo como un inventario del local. Estábamos agazapados, observándolos, cuando uno de ellos volteó hacia nosotros y dijo:

-No sean tarrrrados, ya sabemos que están ahí.

-Ilusos campesinitos, mujicks venezolanos –dijo el otro.

-¡DA! –exclamó el primero, y ambos se echaron a reír a carcajadas.

-¡Venga, pasen, pasen acá con nosotrrrrros, tarrrrados!

No nos quedó más remedio que salir. Los rusos se acercaron, y nos dieron sendas palmadas en nuestros cogotes. Volvieron a reírse a carcajadas.

-Vamos, prrrregunten –dijo uno de ellos.

-Sí, prrrrrregunten la prrrrrrregunta lógica –dijo el otro.

Nosotros preguntamos por los Chang.

Ellos volvieron a soltar su tropel de carcajadas.

-Los arrrrrrrojamos al muy tóxico Guairrrrrre.

-Ya deben estarrrrrr en el fondo del marrrrr, convertidos en renacuajos mutantes.

De nuevo más risotadas.

-Ahorrrrrra, querrrridos mujicks venezolanos, tenemos una misión para ustedes.

-Sí, sabemos que son buenos testaferrrrrrros.

-Así que van a seguirrrrr trrrrabajando con nosotrrrrros.

-Los negocios seguirrrrán.

-Sí, nada de cancelarrrrrr concesión.

-Perrrrrro sí querrrrrremos un negocio nuevo.

-Sí, uno que nos encanta, uno que siempre hemos querrrrrido tenerrrrr.

-Una planta nuclearrrrrrr.

-Sí, nuestrrrrra prrrrropia planta nuclearrrrrr.

Y bien, aquí estamos. Vivos de vaina y con nuevos jefes. Eso sí, los negocios anteriores siguen abiertos, y hasta con uno nuevo andamos a cuestas; nada más y nada menos que una Planta Nuclear.

Amigos, suponemos que llegan nuevos tiempos, y así nos despedimos de aquellos a los que nosotros consideraremos siempre los mejores y los más entendidos de los hombres a quienes nos ha sido dado conocer (en comparación con los terribles Andropov, claro está, pero esto no digan que lo dijimos).

Nos despedimos hasta el próximo negocio Andropov.

Larga vida a nuestros señores rusos…


Fedosy Santaella y José Urriola (mujicks venezolanos)

5 komente:

Anonim tha...

No
Me niego a creer que han despachado a los hermanos Chang por este par de mequetrefes
no es justo
este cambio no me gusta
regresen ya a los Chang

Mariloli

Anonim tha...

O REGRESAN A LOS CHANG O AQUI VA A HABER PEOS!!! SE LOS ADVERTIMOS. SABEMOS DÓNDE VIVEN, QUÉ DESAYUNAN, DÓNDE TRABAJAN. ASI QUE YA SABEN, O LOS CHINOS VIENEN, O LOS INSCRIBIMOS EN EL PSUV!

Anonim tha...

Malditos chang! Siempre supe que eran unos cobardes... ¡Que viva la mafia rusa!

Anonim tha...

Increíble la conmoción que hay en México desde que Poniatowska anunciase que donará el monto íntegro del Premio Ròmulo Gallegos a la revolución cubana. Un gesto que la honra y que signfica coherencia con lo que es su posición sobre la Cuba de Castro, lugar donde según ella:
"Se salvan a la inteligencia, se salvan a la verdad, se salvan al vigor personal, se salvan a la espiritualidad, se salvan a la negación del consumismo asqueroso que a todos nos ahoga, sobre todo en México".
Para enfrentar vitalmente ese consumismo asqueroso, Poniatowska no ingresará los cien mil dólares del Rómulo Gallegos a su cuenta, sino que los donará por completo a Cuba, pensando que puedan ser utilizados en medicamentos para Fidel; en pañoletas para los pioneros; en alimentos que subsanen la escasez provocada por el imperialismo.
Me siento orgulloso de una persona como ella que predica con su ejemplo la negación del capitalismo, y su desprendimiento del dinero vil que corrompe nuestras conciencias.
Eso mismo debió hacer en su momento el Compañero Isaac Rosa; no valen sólo los discursos; si la riqueza es mala y todos debemos pensar en el bien colectivo, no puedo uno quedarse con cien mil dólares sin compartirlos con el pueblo luchador y hambriento.

Anonim tha...

Your blog keeps getting better and better! Your older articles are not as good as newer ones you have a lot more creativity and originality now keep it up!